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José Jordi Veras Rodríguez |
La sociedad dominicana de hoy requiere de mensajes y ejemplos constantes, desde lo más mínimo, como el que ciudadanos respetemos leyes de tránsito simples, hasta el comportamiento o conducta que sea o no reprochable, de un funcionario público, sea Senador o Diputado, por la mayoría del pueblo dominicano. Existen naciones en las que cualquier acto de corrupción o “indelicadeza” de un servidor público es un escándalo y genera reacciones, a tal punto que son destituidos y debidamente sancionados acorde a las leyes.
Si una nación o país quiere enviar mensajes que no sean distorsionados, es a través de hacer lo correcto en todo sentido. En el caso de nuestro país, requerimos de acciones distintas para que podamos comenzar a percibir otros vientos. El físico matemático alemán, Albert Einstein, dijo en una ocasión: “Es una locura pensar, que haciendo las mismas cosas todos los días, se pueda esperar resultado diferentes”.
Extrapolando esto a lo que es el tema que nos ocupa, si queremos realmente cambiar el pensamiento y la percepción de la mayoría de los dominicanos y dominicanas, es por medio de buenas acciones y ejemplos, que vayan como cascada, desde los más llamados a brindar y dar ejemplo hasta el más humilde ciudadano que está en igual condición de respeto a la ley. Es hacer mayores y mejores esfuerzos, tomar acciones distintas para provocar los cambios esperados.
La implementación del sistema 9-1-1 y la instalación de cámaras, son ejemplos, e instrumentos, no la solución definitiva, pero si, modalidades de un conjunto de cosas que debemos realizar para enfrentar la delincuencia, el crimen organizado y el narcotráfico que nos arropa.
El fenómeno del sicariato no se va enfrentar de forma efectiva, si primero no reconocemos el problema que existe y que es una realidad muy amenazante en nuestro país y que se necesita salirle al paso de forma inmediata.
Si queremos enfrentar este problema, no podemos hacerlo utilizando los mismos métodos y bajo las mismas condiciones en que hoy nos encontramos en cuanto los actores del sistema se refiere. Se hace necesario que se adquiera conciencia que se necesitan mayores recursos de toda índole para policías, jueces y fiscales.
No es posible exigirle más a un cuerpo policial con los recursos que reciben como institución. Estamos recibiendo la policía que podemos pagar, y aún así el denodado esfuerzo que se ha demostrado que pueden hacer, aún con las deficiencias, es notable. Lo mismo con el caso de fiscales, que no es posible que un mismo fiscal esté conociendo diez expedientes, y no esté rodeado de condiciones, no solamente económicamente aceptables, sino más acorde a la calidad de profesional que muchos tienen. Que sientan que existe un Estado detrás que les respalda en la lucha contra todo tipo de flagelo.
En el caso de los jueces, tan sólo basta recordar las declaraciones del Presidente de la Suprema Corte de Justicia, Doctor Mariano Germán, cuando se quejó de las condiciones en que se encuentran muchos estamentos de la justicia, y que requieren de mayor apoyo económico. Pero asimismo, se refirió al tema del sicariato, en la forma siguiente: “El sicariato como fenómeno es lo más repudiable, lo más execrable, lo más doloroso, lo más despreciable”.
Es el momento en que debemos reflexionar qué tipo de sociedad estamos permitiendo construir ante nuestros ojos. No es una cuestión de afectación a una familia o individuo, es algo que ya debe tocar las fibras más sensibles de lo mejor del pueblo dominicano y requiere de la participación de todos y todas. No podemos esperar que la situación siga empeorando, no solamente con crear las condiciones legales frente al sicariato, lograremos resultados distintos a los que ahora tenemos, sino existe la voluntad y la decisión de aplicar los correctivos de lugar, las cosas no dejarán de empeorar, y las experiencias que hemos tenido en nuestros vecinos latinoamericanos no nos habrán servido de mucho, sino aprendemos a ejecutar a tiempo.
Tenemos bastantes legislaciones, el problema está en el momento de aplicarlas y de crear las condiciones a quienes están llamados a hacerlas cumplir, unido a los constantes malos ejemplos que se lanzan hacia este cuerpo social en descomposición. Este tipo crímenes organizados que hemos estado viendo su proliferación, junto al narcotráfico y el lavado, tienen su caldo de cultivo en un terreno que tiene tantas necesidades, inversión de valores, pobreza y donde la búsqueda por la obtención de la droga, puede llevar a que sea fácil contratar un sicario.
Ya lo expresaba en esos mismos términos que indicamos más arriba, un Editorial de uno de los diarios matutinos, cuando indicó: “La muerte por encargo no debe ser un producto de fácil venta en el mercado, pero aquí parece que lo es, por la cantidad de casos que se conocen. Sólo falta que los sicarios se anuncien en las calles”.
“Evidentemente, quien mata por encargo está convencido de que no lo van a atrapar, o que de caer en manos de las autoridades, no tendrá muchos problemas en prisión”. “O existen grandes complicidades a todos los niveles, o hemos perdido irremisiblemente la lucha contra la delincuencia”. Me resisto a creer que hemos perdido por completo la batalla y perder las esperanzas, porque de ser así no hay sentido para motivar a nada, ni hacer llamados de auxilio, sin embargo, debemos despertar y darnos cuenta que el problema existe y si no se asume como un compromiso social, en la que cada quien asuma su rol, entonces a cierto plazo si estaremos conviviendo en una sociedad en la que no habrá manera de vivir de forma siquiera decente y en paz.
Esto que hemos narrado no es un problema ni se circunscribe a una familia o a un sector, sino que nadie puede garantizar su seguridad y su vida, si continúa pensando que vive como en una especie de “burbuja” en la que no será afectado por la delincuencia y el crimen organizado, y eso es un acto de total irresponsabilidad e indiferencia. Que los buenos ejemplos, acciones y ejecutorias comiencen a realizarse de forma distinta, para que comencemos a ver resultados diferentes, pero para ello, debe darse un compromiso mayor en todos los órdenes. No es con temor e indiferencia que vamos a cambiar nuestro futuro, que es parte de nuestro presente. Enfrentemos con valentía a los fenómenos sociales que hoy nos amenazan nuestra estabilidad, la delincuencia y el crimen organizado, en sus variantes del sicariato y el narcotráfico.