martes, junio 24, 2014

Mayor fue el apoyo


Entrada al Palacio de Justicia el Martes 17 de Junio 2014
Fue precisamente en el mes de junio, pero del 2014, cuatro años y 15 días del atentado en mi contra por haber cumplido con mi trabajo de forma responsable y ético, que Adriano Rafael Román Román tomó la decisión cómo lo ha hecho en otras oportunidades, de pagar para matar. Fue uno de los que inició lo que hoy es una industria criminal, como es la de sicariato.                        

 De seguir utilizando su dinero y a quien tiene como colaboradores en las afueras, para hacer realidad otro nuevo crimen con ese marbete. Fue el martes 17 próximo pasado, que el país pudo conocer de la sentencia que condenaba a los siete imputados. 
   
Fue precisamente en este mes de junio que Dios decidió que esa decisión debía de conocerse. En la que hubo condenas de 30, 20 y 10 años. Cuánta diosidencia que sólo es capaz de hacerlo el Todopoderoso, que precisamente en el mismo mes en que fui objeto de un atentado y en el cual mi vida se vio en un hilo y que sólo El pudo haber hecho el milagro de sacarme de la fosa de la muerte por encima del objetivo y creencia de los asesinos que era asesinarle y pensarme muerto; se diera como especie de compensación o diciendo: “no estás y ni caminas a solas en este proceso”.
    
Fue precisamente, el pasado martes 17 de los corrientes que el Creador determinó finalizar parte de Su obra, dándose a conocer la sentencia que le daba fin a un juicio de fondo que se extendió por veinticinco audiencias arduas y extenuantes, en las que se puso de manifiesto a dónde puede llegar el vivo deseo del principal imputado Adriano Román y los demás, de evitar ser juzgados y para ello se hicieron acompañar de perversidad y deslealtad procesal de defensores privados y públicos. Sin embargo, ante Dios, no vale poder económico ni tampoco institucional, cuando se quiere jugar con ambos de forma perversa.
    
Estos cuatro años y 15 días que hubo necesidad de transcurrir, entre la fecha del atentado, 2 de junio del 2010, pasando por difamaciones; operaciones; investigaciones; y reenvíos hasta este 17 de junio del 2014. Todo se traduce en tiempo, paciencia, esperanza y fe. No haber caído en la desesperación deseada y buscada por los imputados y sus defensores, sino en la constancia y perseverancia que nos dio la fortaleza de Dios. Es cierto que todo esto resumido, fue el fruto de la maledicencia y de la chicana, utilizando lo más bajo del ser humano. 
  
Si bien es cierto, que todo ese dolor, impotencia, y golpes bajos, fueron un largo camino hasta conseguir esa decisión ya mencionada; mayor fue el apoyo recibido de lo mejor de este pueblo cuando lleno los pasillos, la sala de audiencia y el propio Palacio, para ser testigos de primera mano de que se hiciera justicia esperada y por la que se había luchado desde el mismo día del atentado. Ese calor humano, ese abrazo espiritual de toda una sociedad que esperaba un mensaje de esperanza, por medio de una sentencia ejemplar y todos los comentarios, artículos, editoriales y opiniones que se han generado fruto de ese dictamen; son más que suficientes para señalar que en esta país no todo este perdido y que se vale luchar y que siempre será mucho mejor seguir adelante en este batallar. Que aún falta por seguir defendiendo el derecho y la justicia en contra del crimen organizado y la delincuencia y requiere de no desalentarnos, al contrario, de mirar y asimilar toda esta experiencia, como motivación y no como obstáculo. 
    
Esa decisión cómo establecí ese día, la dedicaba a todas esa víctimas, abogados y no abogados, así como los familiares que perdieron y han perdido seres queridos a manos del sicariato y la delincuencia, en estos últimos cuatro años y que no pudieron sobrevivir a sus atentados. Asimismo, esto es una decisión que merecía esta sociedad como un mensaje de esperanza.
    
La lucha fue ardua y con muchos golpes de los que hubo que reponerse ‎y levantarse en cada desafío. Sin embargo, el apoyo y el sentirte querido por lo mejor de este pueblo, fue mayor y como una especie de bálsamo, ha curado heridas.  
    
Estamos conscientes y lo hemos denunciado, que el condenado Adriano Román buscará llevar a cabo terminar su criminal y perversa obra, y para ello quiere seguir utilizando su dinero para el crimen, esto es un reto para autoridades y el propio sistema penitenciario y judicial ligado a la Ejecución de la Pena, que no deje ni permita privilegios a un interno y varias veces condenado, que su actitud de incontrolable y todopoderoso en el penal, deje de ser una realidad.‎  Entender y estar conscientes que Adriano Rafael Román Román ni los demás imputados, son las víctimas, sino la misma sociedad. Ahora bien, tenerle o sentir temor no es la respuesta para que cada quien enfrente lo que es su labor y su rol, con eso no resolvemos nada, al contrario, le damos de lado al problema y lo hacemos más grave.         

Es asumiendo cada quien su papel y su responsabilidad para enfrentar lo que hoy puede sucederle a cualquiera, sin que ya hoy el crimen del sicariato esté necesariamente ligado con el narco o las drogas, sino que se ha convertido en una industria a la mano de quien tiene dinero para pagar y eliminar a quien deseen solamente por la pura molestia. Y contra esto debemos luchar todos y todas.
   
Seguiremos en este camino elegido por entenderlo correcto y pensando en qué tipo de sociedad y país queremos para nuestros hijos e hijas. Seguiremos con fortaleza sostenida en ese apoyo decidido de lo mejor de la sociedad dominicana, que son los más. Que nuevamente espera, que el crimen no esté por encima del sistema penal ni del orden establecido en este país, llamado República Dominicana. Que no haya necesidad de ver otras víctimas de Adriano Román y sus cómplices, dentro y fuera del penal, para seguir actuando, así como de otros que han visto en el sicariato una solución rápida y cobarde de eliminar a seres humanos de bien. 
    
Siempre valdrá más el apoyo recibido de manos de la solidaridad de todo un pueblo y la unidad para enfrentar un problema y fenómeno social, que el dolor y los golpes recibidos de rufianes, malvados, difamadores y perversos.